Las manifestaciones pictóricas de esta época son llamadas pinturas rupestres. Estas pinturas se localizan en diversas zonas del mundo principalmente en paredes de cuevas y cavernas de hace miles de años. Se caracterizan por representar a una cultura cazadora, ya que representan técnicas de caza y recolección de bayas y frutos silvestres, además de que se le atribuye un carácter mágico ya que se especula que se hacían estas pinturas como un ritual religioso para una buena caza.
A esta primera fase del arte rupestre se le ha denominado Auriñaciense, en esta fase las figuras aparecen hechas con trazos burdos, los animales los realizan de perfil y las figuras se presentan aisladas. Luego, hay una segunda fase, la Solutrense, en donde se observan ciertas figuras moldeadas, interviene el color y los perfiles aparecen paralelos; posteriormente, hay una tercera fase llamada Magdaleniense, en ella se presentan escenas de caza, de lucha, etc. y se observa una asociación de la figura humana con la figura animal en las representaciones, hay variada policromía y el empleo del claroscuro como elemento expresivo. Hacia finales del Paleolítico, la característica esencial de las pinturas es la esquematización de las formas, adquiriendo así mayor movimiento y dinamismo.
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