La primera exposición presentada por un grupo de impresionistas tuvo lugar en 1874 y el nombre les fue aplicado con intención de ridiculizarlos, por los críticos que no veían con buenos ojos el nuevo estilo. Los impresionistas querían captar la cualidad de la luz y de la atmósfera en una hora particular del día a través de las cuales se ven los objetos, pues su condición determina la apariencia de estos. La posibilidad de retratar la luz en términos de la pintura fue resultado del nuevo análisis científico de los colores. El fundamento de este movimiento pictórico se centra sobre la base de que a nivel cerebral las manchas separadas de color se unen; así, una mancha junto a otra azul, da por resultado un color verde si se miran desde cierta distancia. Este principio lo tomaron en cuenta los pintores impresionistas al realizar sus lienzos. La combinación de colores puros ya no se hará sobre la paleta ni sobre la tela, sino que será el cerebro del espectador el que los una para formar así las figuras. Se consideran iniciadores de este movimiento a los artistas Claude
Monet y Edouard Manet; también se destacan Edgar Degas, Pierre August Renoir y Camille Pizarro. El manejo de la luz es la característica primaria, a través del estudio de ella se logrará verificar que un mismo paisaje se verá distinto de acuerdo con la hora del día en que se pinte. A la par de los grupos impresionistas, nace un nuevo grupo de pintores que logran perfeccionar las técnicas y posibilidades colorísticas impuestas por este movimiento, estos son llamados Neoimpresionistas o Postimpresionistas, destacan en este movimiento Paul Cézanne, Gauguin, Vincent Van Gogh y Henri Toulouse Lautree.
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